Felices fiestas, sí, pero a fuerzas. Asi se van las cosas. Ya pasó la navidad, una de las fechas más dificiles de tragar para una persona ansiosa. Los días previos y los dos días siguientes a la gran noche mi nivel de ansiedas sube tanto que por fuerza necesito brincar de un lado a otro. Ahora no fue así, tranquilo y desentendido anduve por ahí. No esperaba llamadas ni apariciones, no esta vez, no pensaba en lo que estabas haciendo, ni en culpas ni en nada.
Así, a veces las cosas se ponen tristes, ahora son tristes pero sin más. Sin panchos ni lagrimeos. Lo que es, lo que no, que hacer. Lo malo es que te ponen a pensar en cosas en las que no quieres pensar. Por eso trabajamos tanto, para no pensar, para eso llenamos nuestros días de actividades sin control: trabajo, comer, gimnasio, trabajo, alcohol. ¿Qué será de ti cuando seas grande? Ya estoy grande, ¿Qué es de mi? No sé. A veces me gusta, a veces no. Hago planes y estrategias, luego me pregunto si son planes interesantes o si me interesaría estar metido en ello en digamos, diez años. Luego me veo con gente y me pregunto lo mismo, ¿estaríamos juntos en diez años? ¿en dos meses? Contigo, me gusta pensar que sí. Voy a esperar, a ver cuando te apareces otra vez.