
San Salvador Atenco es el pueblo de mi abuelo, donde yo pasé muchos fines de semanas y vacaciones. Donde me registraron cuando se casaron mis papás. Donde aún viven los hermanos de mi abuelo y por ende, muchos parientes que no conozco.
No he visitado Atenco desde que nos fuimos a Tijuana. De hecho, hasta hace un año solo visité la ciudad de México tres veces. Una de paso, otra para ver a mi abuelo en el hospital y otra de vacaciones. De Atenco se muy poco, la casa se la vendieron a una prima. Pero desde que murió la tía Martha dejaron de ir allá. La milpa seguramente ya no existe, los terrenos de San Bartolo los heredaron a un tío que no los utiliza. Mis demas parientes son demasiado fresas para decir que sus orígenes estan en un "pueblo de macheteros revoltosos", para decir que llevan sangre indígena en el corazón.
Nunca le pregunté a mi abuela que pensaba de todo lo que ha pasado. Atenco debe ser muy distinto del que yo tengo en mente... el de los pirules, el del bocho amarillo en el que cabía familia y media para ir a Texcoco y de ahí al pueblo, el de su iglesia, su feria, los amigos de la calle de atrás, las invitaciones a comer, el darle de comer a las gallinas y a los puercos. Ya no debe ser el mismo, pasaron catorce años. Pero me acuerdo del tío Ruperto (a quien le comprábamos la leche) y la tía Gabina.
Por estos días hace un año inició un caminito que aún no termina. ¿Qué pasa con este país? ¿Para dónde vamos?