
Además, mea culpa, el simplista orgullo regionalista de escuchar “el de Tijuana” llamaba más la atención, aún sabiendo que las últimas esperanzas que se han levantado en este país terminaron en triste y estrepitoso fracaso.
Hete aquí que el de acá le daba con todo al boricua, y le pegaba y le aguantaba los golpes y parecía emerger la posibilidad de que le arrebatase el triunfo. JCC también estaba ahí “al borde de la butaca” decían sus compañeros cronistas. Poco a poco, la pelea se fue transformando en una de esas épicas del boxeo mexicano, el orgullo nacionalista y localista emergía entre los que esperaban su servicio de tacos en la esquina. Apúrate para llegar, a ver que pasa. Córrele, que tal que gana.
Así fue, de repente Margarito, el Tornado, empieza a llenar la boca de todos. Un triunfo que parece nadie esperaba pues no estuvo acompañado de la acostumbrada mercadotecnia de las otroras glorias del último rey, Julio César.
Margarito ganó, terminó hincando a su rival, doblándolo a golpes. Entonces, el nacionalismo ramplón también salió de las gargantas: un mexicano vs un puertoriqueño, nosotros contra el mundo. Nuevamente las comparaciones con glorias pasadas. Porque ahora son cuatro los “sí se pudo” frente a los de la isla. Un Wilfrido Gómez vs Salvador Gómez, dos de JCC frente al Macho Camacho y Chapo Rosario.
Margarito otra vez, no sepulta a Julio César porque para eso se necesita tanto que ni sus penurias personales lo lograron. Pero sí, hace a un lado la figura del Terrible Morales, tijuanense de la Zona Norte, donde entrenaba y tiene su gimnasio. Si en el D.F. tienen a Ana Gabriela como secretaria del deporte nosotros tenemos al Terrible. Pero a este algo le faltó para ser leyenda, aunque James Ellroy escribiera de su pelea frente a Barrera. Ya no más Morales, aunque sea un caballero, aunque sea tan de aquí. Llegó Margarito inesperadamente pero de buenas. ¿Si es de Tijuana, vale llamarlo azteca? ¿Qué dirán los que abogan por la pureza regional de este lugar? Hoy, Margarito, de repente tan familiar que parece que nos lo encontraremos en cualquier lado, como pasa con el Terrible.
Hoy tenemos campeón, -porque en el triunfo somos, en la derrota son –, al menos por unos meses. Quiera Dios –porque las glorias populares son del altísimo y la guadalupana- que la estampa de un hombre hincado contra las cuerdas frente al campeón endulce las miserias de la política de todos los días hasta que la desechemos con la ingratitud acostumbrada.