Ingrato enero

Fue en enero también, justo después de año nuevo. Una tarde se despidió y nunca regresó.
Le arrebataron a su ser más querido y se le borró la risa, se llenó de tristezas. Nos comimos una rosca de reyes en el pasillo del hospital, rezamos y nos quedamos dormidos mientras doña Meche se iba. Gaby estuvo ahí.
Nuestras miradas jamás se volvieron a encontrar.
Y las palabras se quedaron guardadas.
En enero también se fue mi abuelo Joel, el día de Reyes. Llevaba dos días muerto cuando lo encontraron, mis papás salieron a Tampico para enterrarlo. Papá Joel me llevaba a la Playa en camión, me compraba bolis en el mercado y tacos cerca de una larga escalinata de piedra. No lo pudieron dejar cerca del Pánuco, junto a Dolores, su esposa. Están en sitios diferentes y nosotros nunca hemos vuelto a esa ciudad.
Este año fue igual, la funeraria, la firma del doctor, el panteón, las palabras del orador. Enero, qué mal te portas con la gente buena.