Quinta Feria de Historia de Tijuana




El concurso se centra en una actividad: morros de secundaria tienen que escoger y representar elementos representativos de la ciudad a través de formatos como maqueta, creación literaria y musical, paginas de internet y gráfica. En el repertorio que se muestra encontramos sitios ligados a la historia como los relativos al casino Agua Caliente, el Hipódromo, el Jai Alai, el Centro Mutualista Zaragoza, el Gran Cinema (Cuando mostré las fotos a mis alumnos lo identificaron cómo el cine porno) o el Toreo de Tijuana. Luego vienen espacios ligados, tal vez, a un concepto de modernidad como la Zona Río o las Torres. Junto con esto, pero que yo no pondría juntos, vienen elementos arquitectónicos de reciente creación o que irrumpen en el espacio público como el Museo del Trompo o el estadio de fútbol construido en los terrenos del casino Agua Caliente y que alberga al equipo de los Xolos de Tijuana. La frontera merece una categoría individual. Ahí, hay dos representaciones significativas: las garitas, con sus construcciones y los autos hacienda fila para cruzar frente a dibujos que muestran la frontera cómo un sitio peligroso, el bordo, por donde intentan cruzar los migrantes y eludir helicópteros para llegar a los Estados Unidos.

Son evidentes diferencias entre aptitudes y habilidades para representar. Con mejores materiales, con mayor fidelidad, con mayores o menores proporciones, con habilidades para la construcción o el dibujo, algunos trabajos destacan. Otros, muestran carencias en cuanto a habilidades técnicas o, incluso, de creatividad. Más allá de la calidad o fidelidad que puedan tener los productos presentados me resulta interesante la multiplicidad de los discursos presentados y, al mismo tiempo, me permito especular sobre los caminos que siguieron los morros para decidirse por el qué y el cómo. ¿Cómo se decide un estudiante por la línea, por un monumento o por una discoteca (Baby Rock)? Indudablemente hay casos donde existe participación e involucramiento de maestros y familias. ¿Qué tan decisiva habrá sido la participación de maestros o padres en el proceso? El acceso a la información también debe ser significativo. Es decir, bibliografía, revistas e imágenes sobre sitios históricos. Varios trabajos, tipo periódico mural, contaban con reproducciones de fotografías originales de sitios y espacios históricos de Tijuana. ¿Dónde se obtuvieron? ¿Mediante maestros, accediendo a la Sociedad de Historia o al Archivo de Historia de Tijuana, en revistas como Pioneros, los maestros, los conocidos? La respuesta a la pregunta es interesante en la medida que explica cómo se ha difundido y reproducido este conocimiento entre la población. No deja de llamar mi atención cómo es que el patrimonio de la ciudad es constantemente erosionado: el casino, el toreo, el hipódromo ya no son, no están, se fueron.

La incorporación de elementos cómo el Museo del Trompo o el estadio de los Xolos pueden ser considerados indicativos de las cosas qué emergen en el paisaje urbano y qué, más allá de toda controversia, se integran al imaginario cotidiano de los estudiantes. Una vez señalado esto podemos encontrar caminos para analizar cómo las acciones institucionales, de quienes detentan el poder y de los grupos subalternos se inscriben en las representaciones de la ciudad. ¿Qué es Tijuana? ¿Qué es lo más significativo, lo más moderno, lo mejor y lo peor de esta ciudad? Recordaran algunos la controversia desatada por el “arco” construido por Francisco Vega en la avenida Revolución. Esta pieza se encuentra entre los elementos más reproducidos como característicos de la ciudad y, finalmente, trasciende estas discusiones. Lo mismo sucede, por ejemplo, con el Centro Cultural Tijuana, otro elemento reproducido en varías maquetas en las que, varias de ellas, integran su más reciente transformación: El Cubo.

Entran, también en minoría, las representaciones de los ámbitos cercanos de los estudiantes: el parque, la escuela... Que, en términos formales no entrarían en el index de lo que está marcado como memoria urbana de la ciudad pero que muestran el universo particular de los estudiantes y la relevancia de estos espacios. La gran ausente, todavía, es la Zona Este de la ciudad. Son escasas estas representaciones, a pesar de que la mancha urbana crece y se desdobla sobre aquel territorio. Interesante resultará ver, a lo largo del tiempo, como espacios de aquella zona empiezan a ser valorados e integrados como símbolos de la ciudad.

Las reproducciones o representaciones (decida usted) incorporan también aquello que viene de abajo: los cholos de la colonia Libertad, las identidades juveniles o la arquitectura vernácula, tan propia de estos lares. Esta se simboliza, sin duda, en “Tijuana Tercer Milenio”, conocida por todos como “La Mona”, monumento-habitación construido en las laderas del camino al aeropuerto de Tijuana. Edificación que, cabe señalarlo, se ha integrado a aquello que pretende mostrarse como patrimonio urbanístico de la ciudad. Basta dar unos clicks en la página del Ayuntamiento de Tijuana para confirmarlo. Acompañando a La Mona, una calafia se estacionó en pleno vestíbulo del CECUT.

Problemas sociales. En minoría, casi como guiños, problemas políticos se han colado a la exhibición. Particularmente el caso de los líderes del SNTE que fueron encarcelados por siete meses y recientemente liberados. En contraparte, de forma explícita o implícita, la violencia y el narcotráfico se hicieron presentes. Al respecto frases que suenan a consuelo, a toma de distancia con respecto al tema, de rechazo a la violencia o invitaciones a la participación ciudadana se dejaban entre ver. Un trabajo, tipo periódico mural, hace ver dos rostros de la ciudad que se contraponen mediante imágenes de violencia frente a símbolos urbanos.

Al recorrer la exhibición se escuchan comentarios diversos que despiertan el interés y con los que a veces se comulga. Las personas mayores encuentran en fotos y maquetas atajos para la memoria. “Yo estuve ahí, fue mi maestro, cómo ha cambiado”. La pregunta constante ¿Qué significa el monumento ubicado frente al Cecut? ¿Dos culturas, tijeras, México? En una clase, un alumno lo ha nombrado la licuadora más grande del mundo, para luego permitirse construir una interpretación metafísica que no carece de sentido: la hibridación, la aparente ausencia de identidad como elemento definitorio de la ciudad. Las recriminaciones por la destrucción del Toreo de Tijuana se escuchan entre los asistentes.

En alguna ocasión, con respecto a la historia de Tijuana, una arqueologa me dijo que en Tijuana teníamos la ventaja de qué muchos protagonistas aún viven. Así, en el plano de lo simbólico la feria también se presenta como escenario para que diversos grupos y actores sociales se integren al discurso histórico, se legitimen como portadores de la memoria, se reivindiquen y se (re)presenten ante la colectividad no sólo con respecto a valoraciones de la memoria histórica, qué es Tijuana, cuál es la historia de Tijuana, quienes hacen la historia de Tijuana. Así, hay muestras de gremios, de movimientos sociales legitimados, de grupos étnicos con una aportación a la cultura de la ciudad. Así, no pierde relevancia la presencia del proyecto Zócalo 11 de julio, inminente intervención urbanística interesante, polémica y debatible que, finalmente, será ejecutada como muchas otras. Si bien la sala no mostró tanto flujo de visitantes como los trabajos escolares, estrellas del evento, hace presencia y se incorpora a los discursos y debates de lo que es y no es la ciudad.

La Feria de Historia de Tijuana tiene varios méritos. El primero de ellos es involucrar escuelas, familias y estudiantes de secundaria en actividades ligadas al rescate de la identidad y memoria de la ciudad. Es en contadas ocasiones, y generalmente es en eventos públicos y gratuitos, cuando el Cecut se muestra tan lleno de actividades y visitantes. Al mismo tiempo, la feria no se limita a cuatro días de actividades y exposiciones, trasciende a la ciudad y reproduce la preocupación por el arraigo, la historia y la memoria de la ciudad. Temas que no dejarían satisfecho a más de uno si ponemos a discusión la validez y el peso histórico de muchas reivindicaciones. Sin embargo, la feria se vuelve un espacio democrático al no inhibir representaciones que, desde una perspectiva institucional y generacional, serían rechazadas, o despreciadas, cómo imágenes que sintetizan o simbolizan eso que lleva por nombre Tijuana.