Pelusa: héroe y antihéroe

A Andrés Martín

Diego Armando Maradona, una de las figuras deportivas más significativas de los años ochenta y noventa. Lo vimos en el 86, en la sala de mi abuela, todos los primos. Ramón, Gustavo, Javier, Miguel. No entendía mucho de fútbol, pero los primos sí. Diego era todo un ídolo en España. Así empezó la idolatría Maradona. El tipo detestable que jugaba fútbol como un dios. Las noticias de sus goles acompañaban a las de Hugo, el ídolo nacional, en el noticiero deportivo de los domingos.
En Italia 90 disfruté su juego, pero más me impactaron su tristeza y lágrimas tras la derrota. Luego, antes que Britney, vinieron los escándalos por drogas que parecían haber sepultado al ídolo, su regreso a Argentina y el terrible Arresto. Eso era todo, parecía, y dolía.
Pero se levantó de entre los muertos, volvió a Europa, volvió a la albiceleste, volvió a un Mundial. Brilló casi como antes en aquel partido en Boston, ante Grecia. Recibió el balón, lo acomodo, tiró. Luego, su rostro feroz ante las cámaras, un león sin melena. Luego, el fin. Ante Nigeria, la última jugada, un pase de gol a Caniggia. De ahí, llevado de la mano a un control antidopaje. Ese fue el fin. Maradona anuncia su separación de la selección, su adiós al Mundial. La albiceleste cayó. Todo terminó.
Entre Estados Unidos y Sudáfrica sólo hay penas que contar. Maradona casi muere, Maradona con Fidel, Maradona y la televisión, Maradona y Boca Juniors, Maradona, Claudia y Guillermo. Maradona tan gordo como Victorino. Secretamente, siempre espere su reivindicación, que le volviera la gloria, el brillo. Y, como los héroes, volvió. A trompicones y periodicazos, con pleitos con los jugadores, con el fracaso como pronóstico, Maradona, DT de la selección.
Maradona tiene que ganar, que levantar la copa otra vez, pienso. Pero ahora Argentina es mala noticia. El equipo nacional parece ir al matadero. Se nos tenía que atravesar en el camino, otra vez. Esta vez es peor. Qué podemos esperar, es Maradona, es el destino. Argentina no puede perder y México reprobará por quinta vez consecutiva el extraordinario del cuarto partido.
La selección argentina tiene también sus dolorosos fracasos, sus grandes derrotas. Su camiseta le pesa tanto a sus jugadores como a los rivales. Pero no con México, que se ha cruzado en su camino varias veces, y hemos perdido. Argentina le pesa más a México que otras grandes selecciones, como Brasil.
Espero el milagro, que esta vez no sea tu mano Dios, sino tu pie, el que haga caer a Maradona.
La Ch, 27 de Junio de 2010