Planteamientos generales
*Ponencia presentada en el Tercer Congreso Internacional de Comunicación FACETAS 2011 Comunicación para el Desarrollo, Ensenada, Baja California, 6 de junio de 2011
Me interesa aquí plantear una revisión del trabajo de dos fotógrafas: Ingrid Hernández y Mónica Arreola, quienes han desarrollado un objeto de estudio alrededor del paisaje urbano de Tijuana. En el trabajo de Ingrid y Mónica, encuentro un cuestionamiento al paisaje urbano en relación a dos realidades concretas: el asentamiento irregular y la casa de interés social. Las fotos de Mónica son las de avance del avance silencioso de la urbanización, del desmonte de los paisajes natural y rural, de por sí ausentes en el imaginario del tijuanense promedio. Ingrid, por otro lado, ha dedicado siete años (2004-2011) al registro de las formas efímeras que, en Tijuana, anteceden al avance de la urbanización: los asentamientos irregulares.
Uno de los motivos que nos lleva a analizar el trabajo de artistas locales, es la búsqueda de discursos que plantean preguntas sobre el ámbito local y sus problemas contemporáneos: crecimiento urbano, violencia, pobreza, industria y vivienda. Existe en Tijuana un corpus de representaciones estéticas que constituyen una reflexión respecto de los problemas más agudos de la ciudad. Estos materiales, a pesar de estar construidos desde la subjetividad plena, y de no estar obligados a una objetividad propia de las ciencias sociales o el periodismo, alcanzan el valor de documento y testimonio del estado de la ciudad en un momento histórico preciso, construyendo una memoria de un territorio y su sociedad, elaborando una lectura y síntesis de sus componentes e interacciones. Estas representaciones hacen explícitas preocupaciones presentes en el imaginario urbano. Nos interesan pues, por su extraordinaria claridad para poner en juego las realidades en que se mueve el habitante de Tijuana de principios del siglo XXI.
Un primer acercamiento a estos temas se dio dentro del ciclo “Narrativas urbanas. Pláticas con creadores”, entre agosto y noviembre del 2010, organizado por el Taller de crónica urbana, en la Facultad de Humanidades de la UABC. En este ciclo, 10 creadores de distintas disciplinas (literatura, teatro, fotografía, documental, arquitectura y fotografía) presentaron su trabajo ante los integrantes del taller con el objeto de generar un diálogo sobre la creación de un discurso estético o literario que toma como materia prima la propia realidad social. Dentro de este ciclo, además, se presentaron también dos iniciativas (El proyecto de las morras e ICBC) donde el arte, la literatura en concreto, se transforma en un instrumento de intervención en grupos vulnerables y estigmatizados por la sociedad.
Paisaje y representación
Los espacios adquieren una personalidad a partir de la forma en que son registrados y de las lecturas de estas imágenes. La representación es una práctica cultural, un ejercicio de significación e interpretación. Paisaje y representación son una combinación de rasgos con un significado cultural. Así, para estudiar el paisaje hemos de recurrir a interpretaciones de la sociedad humana y su entorno construido: textos de viajeros, periodísticos, novelas, películas, fotografías y pinturas. Mediante técnicas de análisis de contenido y discurso se revelan datos y significados construidos por diferentes actores, en diferentes temporalidades y espacios (López, 2003).
Para Paul Ricoeur, texto es aquel objeto con algún grado de permanencia que comunique un significado. El paisaje, al igual que la literatura, refleja la cultura. Podemos decir que “La idea de leer el paisaje como texto es una forma de desentrañar la serie de prácticas, ideologías, fuerzas dominantes y circunstancias que se encuentran en un territorio y lo van moldeando de una u otra manera” (López, 2003). Al abordar el paisaje como texto recurrimos al signo, al símbolo. Alrededor de este concepto se realizan distintas mediaciones para aterrizarlo con un medio geográfico: el geosímbolo, los lugares de memoria, hitos, nodos, vías, límites, barrios.
Los significados e interpretaciones no son únicas ni individuales, sino que obedecen al contexto del objeto, del usuario, del lector, del autor. Esto es, pensar el símbolo en un complejo sistémico, interrelacionado y con sentidos diversos, donde lo que nos interesa es encontrar las construcciones colectivas, directas o indirectas, que se elaboran alrededor de un objeto (el paisaje) y los actores (grupos sociales/instituciones) (Forbes, 2000). En estas representaciones, está presente la subjetividad del autor. Si en ciencias sociales el investigador es el instrumento de investigación, lo mismo sucede en el arte: el artista, su experiencia y subjetividad, son el motor del acto creativo. Esto quiere decir, tal como podemos constatarlo en las entrevistas que realizamos, que el artista construye su discurso a partir de sí mismo, interpreta la realidad desde una plataforma construida con su vida personal, sus trayectorias en el espacio urbano y su formación profesional artística.
Tal como lo señala Lourdes Roca (2005), la investigación social a través de imágenes se encuentra en un estado muy incipiente en nuestro país respecto de la existencia de un método y discurso. Esto resulta irónico si pensamos que la imagen tiene un fuerte arraigo en la cultura mexicana gracias a la plástica, la gráfica y el cine mexicanos. Sin embargo, esta relación entre arte y realidad es posible. Hay un largo listado de creaciones artísticas que reflexionan sobre la realidad social o son un dispositivo para la difusión de ideologías sociales. Tampoco lo es la posibilidad de otorgar al arte el valor de documento histórico y de utilizarlo para estudiar a una sociedad, tal como sucede con la relación cine/espacio geográfico, desde los años sesenta (Orueta, 2007).
Ingrid Hernández
Nacida en Tijuana en 1974. Estudió Sociología en la Universidad Autónoma de Baja California y un posgrado en Administración Integral del Ambiente en el Colegio de la Frontera Norte. Ha obtenido diferentes reconocimientos, como el Premio de Adquisición en la Bienal Universitaria de Arte Contemporáneo (UABC, 2007); la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, Jóvenes Creadores (FONCA, 2008-2009); la beca para Creadores con Trayectoria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (PECDA 2005-2006 y 2008-2009); el intercambio de Residencias Artísticas México-Colombia (FONCA 2006-2007); y el Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC 2004-2005).
El trabajo que presentamos aquí, es aquel relacionado con el asentamiento Nueva Esperanza, situado en el lecho del Arroyo Alamar, en Tijuana: Tijuana Comprimida (2004-2006) y Transición (actualmente en curso).
Trayectoria
Ingrid Juliana Hernández nació en Tijuana en el antiguo Hospital Civil, a unos cientos de metros de lo que sería su casa en los primeros años de su vida. Luego viviría en la colonia Ruíz Cortines, también de las más antiguas de la ciudad. El sitio en el que transcurrió su infancia era Licha´s Place, el restaurant de su abuela, una mujer que había llegado a Tijuana proveniente del Distrito Federal en los años 50 y que se abrió paso hasta lograr abrir su restaurant en el entronque de la colonia 20 de noviembre y el bulevar Agua Caliente, muy cerca del hipódromo.
Ahí tuve mis fiestas, ahí me regañaba mi abuela, ahí tuve todo eso que tiene que ver con la parte intima y personal de las familias, pero ocurría en un espacio público. En el primer piso estaba el restaurante y abajo estaba la casa. No había ni una pared, ninguna división dentro del espacio. Ahí estaba la sala, el comedor, el cuarto y el baño estaba afuera de donde dormíamos. Los momentos en que mi abuela y yo podíamos platicar sucedían en un ambiente público y de trabajo. Fue muy importante todo eso porque me hizo crecer muy cerca de esta parte tan social, en un espacio donde está entrando y saliendo gente constantemente. Creo que eso tiene que ver mucho que ver con el trabajo que ahora hago.
En buena medida, la experiencia espacial de Ingrid, relacionada tanto con la calle como con el espacio íntimo, configuró su mirada estética. Su hogar era al mismo tiempo un restaurant, donde la intimidad prácticamente no existía. Entonces, la calle se vuelve el espacio personal. Hay una analogía entre las conductas de los espacios y grupos con los que trabaja y su abuela: la voluntad de sobrevivir y conquistar una posición, una existencia válida, en un entorno ajeno.
Ingrid Hernández es socióloga, su llegada a la fotografía es una migración de las ciencias sociales al arte. Su trabajo está también marcado por este trayecto, pues el proceso de construcción esta apegado al método etnográfico. Aquí vuelve nuevamente la pregunta respecto a la diferencia entre ciencia y arte si ambos pueden estar construidos prácticamente del mismo modo. Sin embargo, a pregunta expresa, tanto Ingrid como Mónica se definen como artistas. Esto es muy importante en tanto ambos trabajos, finalmente, sirven como documento, y probablemente tengan el mismo valor documental que una investigación formal. Sin embargo, en el caso del artista, la subjetividad es un elemento totalmente aceptable, mientras que del lado de la ciencia social, aún en investigaciones de corte cualitativo, el autor, la voz propia, la subjetividad, siguen siendo algo complicado de manejar.
Ingrid, luego de estudiar la maestría y de un distanciamiento con la academia, por la rigidez tanto de las estructuras de las instituciones como del trabajo académico, un trabajo solitario lo calificó ella. Ingrid decidió abordar la fotografía, con la que ya había tenido cierta formación previa. Vinculada ya con la producción del documental Maquilopis, de Vicky Funary y Sergio de la Torre, Ingrid conoce los asentamientos irregulares de la ciudad. Así llega al asentamiento Nueva Esperanza, cerca del ejido Chilpancingo, en el lecho del arroyo Alamar, donde realizó su primer proyecto, Tijuana Comprimida (2004-2006).
El proceso creativo
El trabajo de Ingrid comienza con la deriva, una ruptura con los espacios y tiempos ordinarios, rutinarios, en la búsqueda de sujetos, espacios y experiencias. La deriva, señala Ingrid, proviene del movimiento situacionista. Es la necesidad de generar acciones que rompan la rutina impuesta por el capitalismo, presente en los trayectos, los tiempos y las acciones. La deriva, pues, permite descubrir espacios, actores y situaciones.
Salirte de tus trayectos cotidianos, de la rutina que sigues siempre y moverte por el azar del propio espacio. Eso quiere decir que yo no podría hacer mi trabajo si no me permitiera hacer eso. Por eso estoy muy contenta con mi trabajo, porque estoy decidiendo desde el principio que es lo que quiero hacer.
La formación académica y la mirada antropológica determinan el proceso artístico de Ingrid. Así, el proceso cualitativo determina el proceso de creación, en cinco etapas:
a) La comunidad y los sujetos como fuente primaria de información.
b) El investigador como instrumento de la producción de conocimiento.
c) Recolección de información testimonial, oral, a través de la entrevista.
d) Énfasis tanto en el proceso investigativo como en el resultado.
e) Investigación bibliográfica.
Luego del levantamiento de información y fotografías se lleva a cabo un trabajo de gabinete, de búsqueda de información documental, de análisis, revisión y selección de los insumos recopilados. Esto es, la selección y edición del material que se va a mostrar. Finalmente viene la presentación de los resultados, primero en una exposición ante la comunidad, luego en otros espacios: galerías, museos o publicaciones.
Ingrid registra su trayecto el su diario de campo, construye relaciones con los miembros de la comunidad, particularmente con las figuras clave, que le permitirán moverse dentro de la comunidad, presentarle a otras personas. Entonces, es necesario dirigirse a los líderes, los que tienen algún tipo de liderazgo al interior del grupo.
Siempre busco todos los contactos clave para poder desarrollar mi trabajo. Lo que hago es ir con el líder del espacio. Hay gente que es muy activa, hay mujeres que a veces se relacionan con la iglesia, a veces se relacionan políticamente, conocen a todas las familias del lugar, que se les abren todas las puertas de la comunidad. Lo primero que hago es mostrarles mi trabajo previo, no les muestro la metodología, pero si les explico que es lo que estoy haciendo, donde está publicado, qué voy a hacer con ese trabajo, cómo voy a trabajar. Esta persona, una vez que sabe esto, cuando yo le pido que me dé una oportunidad de la gente, deciden si me apoya o no. Siempre me dicen que sí, en algunos casos la familia puede que me diga que no.
Paradójicamente, la construcción de la imagen parte de la propia comunidad, de sus miembros, no en cuanto a la decisión del encuadre, sino los significados atribuidos a la realidad estudiada. Ingrid construye estos significados partiendo de los principios de la observación participante propuestos por Spradley: identificar espacios, objetos y relaciones dentro de una situación social. La interacción cumple un papel central, pues es necesario abrir los espacios a la mirada ajena, al lente. No se trata de una incursión única, sino de una participación constante, en la que se construye una relación en el mediano y largo plazo. La observación participante requiere tanto de interacciones mínimas, como sentarse a platicar, como de acciones de mayor complejidad, como preparar una exposición fotográfica para la comunidad. Si bien una parte de las relaciones entre la fotógrafa y la comunidad terminan, otras se mantienen más allá del proceso investigativo, creando vínculos de empatía y amistad.
Esto último, entra en contradicción con los postulados que señalan la necesidad de una distancia entre el investigador y la comunidad para garantizar la objetividad en la construcción del objeto de estudio. Las razones de este distanciamiento se presentan con el objeto de no interferir en el entorno, de no modificarlo, pero sobre todo de que los resultados obtenidos tengan un grado de certeza. Estos postulados, señala Ingrid, se rompen en la antropología posmoderna, donde la subjetividad, la del autor, es un ingrediente visible y activo del proceso. La referencia es, en primer lugar, el descubrimiento y publicación de los diarios de Bronislaw Malinowski, pionero de la antropología, en los que queda revelada la fuerte carga subjetiva del investigador en el campo.
La construcción de la imagen
Los grupos vulnerables, los espacios precarios y la vida nocturna suelen ser objetos constantes de investigación. Más por motivos de forma, que de fondo. Más por lo colorido o ruidoso que estos objetos pueden ser, que por un interés de conocimiento sólido. Así, uno de los retos de Ingrid es desprenderse de un discurso ideológico, moralista o panfletario, que pueden llegar a condicionar las construcciones discursivas, tanto de académicos como de periodistas o artistas.
Entiendo la representación como una representación como una construcción primariamente conceptual, que toma referencias de la realidad para armar un discurso sobe algo. Históricamente las imágenes que muestran la pobreza contienen una fuerte carga ideológica basada en la compasión, el voyerismo y la tragedia del otro. Yo no quería hablar desde una perspectiva compasiva acerca de estos espacios, y que finalmente se pusiera a estas personas siempre mucho más por debajo de todos.
Es probable que, al ver una de estas fotografías, solo sea un objeto bidimensional, que no ofrezca toda la información necesaria para hacer una lectura de la realidad retratada. Sin embargo, aún cuando Ingrid señala su propia subjetividad como elemento determinante en la construcción de sus objetos, hay una relación de complementariedad con el trabajo etnográfico. Si el resultado final no ofrece toda la información necesaria sobre la comunidad fotografiada, el proceso de construcción también revela el discurso y, posiblemente, las intenciones del autor. Hablar del proceso implica revelar los acercamientos, decisiones y cambios de planes adoptados por el autor. El proceso revela el discurso, el discurso revela al autor.
El discurso estético de Ingrid Hernández se alimenta de la arquitectura, el urbanismo, la antropología, la sociología y la psicología. Propio de este discurso es también la interdisciplina entre ciencias, entre ciencia y arte, que orientan la interpretación y la lectura de la realidad social. Destaca particularmente la antropología del espacio como recurso para estudiar la relación sujeto-espacio, la creación y la organización del mismo. Con respecto a la sicología social, señala cuatro nociones principales: privacidad, hacinamiento, espacio personal y conducta territorial.
La privacidad es el proceso regulatorio según el cual una persona o grupo se vuelve más o menos abierto a otros. ¿Qué hago yo para poder lograr tener mi privacidad, mi espacio? El espacio personal y la conducta territorial se modulan para alcanzar los niveles de privacidad deseados. El hacinamiento es una condición social en la que los mecanismos de privacía ya no funcionan. Es el resultado de un exceso de contacto social no deseado.
Estos cuatro elementos abordan la relación sujeto-espacio, pensado este como un contenido mental construido por la percepción, también permiten pensar en lo amplío o reducido de la libertad espacial, la capacidad de agencia del individuo y las posibilidades que el espacio le puede brindar, o no, para su desarrollo. Relación que ha sido propuesta por autores como George Simmel, Kevin Lynch o los autores de la Escuela de Chicago.
Tijuana Comprimida
Tijuana Comprimida (2004-2006) es el registro fotográfico de un asentamiento situado entre los bulevares Gato Bronco y Terán Terán, en el cauce del arroyo Alamar, en Tijuana. El interés inicial de Ingrid era la relación entre el origen del habitante de una casa y su forma. Asimismo, la capacidad de adaptación de materiales de desecho (puertas de garage, llantas, y materiales industriales). Los habitantes, predominantemente migrantes provenientes de distintos puntos del país, construyen sus hogares con productos que para el resto de la sociedad son literalmente basura, pero que encuentran vida funcional y económica nuevamente, pues incluso hay un mercado para este tipo de materiales. Este es un rasgo que no solo de la población que vive en condiciones de precariedad, sino de la población fronteriza en general, pues su nivel de vida se eleva gracias a productos desechados de la economía norteamericana que llegan a nuestro territorio (ropa, artículos electrónicos, muebles, automóviles). En el caso de Nueva Esperanza, como de otros asentamientos, los habitantes parecen delimitar y construir sus espacios con el detritus de la vida funcional y económica de estos materiales.
Las imágenes de Ingrid muestran la construcción de un espacio para la supervivencia que proporcionan a las familias las condiciones mínimas de seguridad y privacidad, separando a los habitantes del entorno. Pero también encontramos principios de orden, de organización y de identidad, en la personalización de las formas. Así, es visible una identidad personal y grupal en la estructura. Trascendiendo el aspecto funcional y estratégico de acceso a los servicios públicos, encontramos decisiones estéticas y rasgos simbólicos como invocaciones a la propiedad privada.
Es interesante ver como de cualquier cosa hay una apropiación del desecho que viene de una fábrica y está creativamente utilizado. Hay una pared de un color, y de otro color. Si nos ponemos a analizar en términos de composición hay un equilibrio perfecto. Podría ser muy pesado, pero hay un contrapeso.
Aunque hay decisiones de composición, de encuadre y de luz por parte de Ingrid, lo que su fotografía muestra son las decisiones funcionales, estéticas y simbólicas de los sujetos: los materiales fotografiados van desde palletes, cartones, material de construcción, algunos bloques de concreto, piedras, bases de metal, triplay reciclado, lonas y puertas de garage y de casas. Los espacios retratados, en conjunto, son espacios diversos, muchos de ellos sumidos en grandes condiciones de precariedad y vulnerabilidad. Por ejemplo, al estar situado en el cauce del arroyo Alamar, Nueva Esperanza enfrenta graves riesgos cada vez que se presenta la temporada de lluvias en la ciudad. Además, las políticas gubernamentales que, por un lado alientan o toleran las invasiones, y por el otro utilizan recursos legales o la fuerza, cuando el crecimiento de la ciudad obliga a hacer uso de esta reserva territorial. Sin embargo, el trabajo no representa una estetización de la pobreza, no es la presentación de un elemento social situado en los márgenes para mostrarlo como el ser exótico, el detritus. Por el contrario, Ingrid hace hincapié en la capacidad de agencia de los habitantes.
Además de la precariedad, todas las imágenes hablan de un deseo de estar mejor. Es algo que a mí me interesa mucho rescatar, no me interesa hablar desde una posición fatalista. No me interesa la compasión o la lástima. Me interesaba mucho decir que todos tenemos un margen de acción. Incluso bajo condiciones tan precarias.
Los residentes de Nueva Esperanza tienen comercios, tiendas de abarrotes, otros trabajan en la industria maquiladora, o en los ranchos cercanos, otros realizan reparaciones de autos o electrodomésticos. Entre los orígenes, aunque hay gente de todas partes, destacan los oaxaqueños, veracruzanos y los chiapanecos. Particularmente entre los oaxaqueños destaca la capacidad de organización social y política. Pero también hay tijuanenses, nacidos en la ciudad.
Me sorprende ver a muchos oaxaqueños y veracruzanos, son las redes que se van haciendo. Solo me toco conocer a alguien de Tijuana, eso me sorprendió un chorro, que hubiera alguien de aquí, la realidad es mucho más compleja de lo que uno piensa. No sé si era hijo de migrantes, creo que sí, pero de segunda o tercera generación.
El asentamiento original tenía varios kilómetros de extensión, que se han visto reducido a medida que los desalojos y reubicaciones avanzan. Justo en esa zona se planea construir una vialidad que conecte la Segunda Etapa del Río con la carretera de cuota a Tecate. Las condiciones del paisaje, una zona plana, angosta, condiciona la forma del asentamiento, una larga fila de construcciones. La forma de otros asentamientos, ubicados en laderas, es distinta, incluso los espacios pueden llegar a ser más abiertos. Tomando eso en cuenta, acompañada del líder de la comunidad, Ingrid visitó y registró otros espacios, como el Infonavit Latinos y La Morita, Las Carretas y Salvatierra.
Tijuana Comprimida desembocó en un último proyecto, Transición, que bien podría ser el de mayor envergadura de todos los que ha llevado a cabo Ingrid. Supone un trabajo de investigación que parece más cercano a las ciencias sociales que al arte. Se trata de la documentación del destino final del asentamiento Nueva Esperanza, luego de que los residentes han iniciado su traslado al Nido de las Águilas, un asentamiento ubicado cerca de la frontera México Estados Unidos y la caseta de cobro a Tecate. Los residentes han comprado y ahora serán dueños de su predio, lo que supone una relativa mejoría de sus condiciones de vida.
Mientras que Nueva Esperanza desaparece, las pautas espaciales de los residentes se modifican o se replican. Ya sea en las formas constructivas, ya sea en el acceso a los servicios. Por ejemplo, las construcciones con puertas de garage se replican, fomentadas por las mismas autoridades que otorgan bonos o vales para la adquisición de materiales, ofreciéndoles precisamente la misma clase de materiales que utilizaban en Nueva Esperanza. Otra fue instalando un transformador del que se pueden conectar a la luz, ante la incapacidad de introducir el servicio.
Este espacio tiene una historia de 20 años que va a desaparecer, y que se va a quedar solamente en el periódico, alguien que se enteró del asunto, y quedarse la visión de los que pudieron producir algo al respecto. Lo que hice fue detectar cinco actores que habían producido información sobre el asentamiento. El primero fue el gobierno, que tiene planes de desarrollo para el lugar; otro es Antorcha Campesina, la propia comunidad, y los medios de comunicación.
El trabajo principal estará centrado en la comunidad, a través de una cartografía participativa donde la investigadora será una facilitadora para que la comunidad cuente su historia y sus expectativas. El eje rector de estos documentos será el registro fotográfico de Ingrid, el registro de un proceso de poblamiento y posterior desaparecimiento de un asentamiento que, por sus características, suele ser una historia no contada.
Mónica Arreola
Nacida en Tijuana en 1976. Estudió arquitectura en el Instituto Tecnológico de Tijuana. Ha obtenido distintos reconocimientos, entre los que están el primer lugar de la VI Bienal de Fotografía del Estado de Baja California (2008), selección Premio L.A. CETTO, Arte Contemporáneo (2008), Selección dentro de la XVI Bienal de Artes Plásticas del Estado de Baja California (2007), Segundo lugar de la IV Bienal Internacional de Estandarte (2006), Mención honorífica en la IV Bienal de Fotografía del Estado de Baja California (2004), Primer lugar del concurso de fotografía convocado por la revista La Tempestad (2002) y primer lugar del concurso Espectacular del puente fronterizo México, Insite 2002.
El trabajo de Mónica que hemos señalado es Desinterés Social (2005-2007), que contiene animaciones, instalación, estandarte y fotografía. 2.70 por 2.70 (2005), Desinterés Social (Escala 1:1) (2006), Vestíbulo (2006) y 9,624 (2007)
Trayectoria personal
Nacida en Tijuana, en 1976. Vivió sus primeros años en la calle Sexta de la Zona Centro, mucho antes de que se volviera el fenómeno nocturno que hoy es. La suya era una casa estilo California, que aún existe pero que ha perdido su vitalidad y figura original. Luego, a principios de los ochenta, su padre la llevó a vivir a la delegación La Mesa, en Las Palmas, una zona que en aquel momento estaba literalmente baldía, donde la distancia con la ciudad era enorme, un límite urbano que actualmente, 30 años después, se ha vuelto una centralidad urbana.
La trayectoria profesional de Mónica comienza con un interés por el arte y el diseño, opciones profesionales que no estaban disponibles en la ciudad en los años noventa, salvo en la Universidad Iberoamericana, que salía de las posibilidades económicas familiares. La opción fue la carrera de arquitectura, donde Mónica encontró un camino a través del arte y el urbanismo, en el descubrimiento del espacio y de los problemas de la ciudad.
Un día nos fuimos a la biblioteca varios amigos y descubrí un libro de arte paisaje. Entonces, me engrané viendo lo que hacia Christo, que intervenía los espacios. Me fui por ahí. Decidí aprovechar la carrera para conocer el espacio. ¿Cómo lo conozco? Interviniéndolo con el arte. Formamos un grupo en la escuela que se llamaba Escafandra 69, teníamos el fanzine Escampavia, hacíamos exposiciones de foto y de instalación. Todos los proyectos que hice en la escuela los relacione con museos, galerías y escuelas de arte. Hice vivienda, pero nunca hospitales u hoteles, nada. Si quería hacer un museo, buscaba una pintura de Kandinsky. A partir de la pintura sacaba mi concepto y la forma. Me empezaba a emocionar porque ligaba el arte con lo arquitectónico. En el último año de la escuela tomé la especialidad de urbanismo que me abrió otro panorama de la ciudad. No es nada más el edificio y el espacio sino el cómo se comporta la ciudad, los cambios de uso de suelo, las colonias con asentamientos irregulares. ¿Por qué no funcionan las ciudades y el transporte? Lo que hago es combinar el arte con la arquitectura.
Su trabajo profesional ha estado relacionado con el urbanismo, tanto en instituciones públicas como en empresas privadas. Al mismo tiempo, ha desarrollado un trabajo artístico que, salvo un proyecto, está totalmente relacionado con su formación profesional. Trabajó en el estudio Rizoma y formó parte de Basic(A), con otros tres arquitectos y su hermana Melisa, también arquitecta.
El acercamiento con la fotografía fue una derivación de sus primeros trabajos. La principal diferencia debe ser que en el caso de la instalación y los objetos, el proceso de elaboración es más largo (de dos a seis meses), pero el resultado más estático, anclado en un momento dado. Mientras que al fotografía permite desarrollar proyectos que documentan procesos extendidos en el tiempo. Así sucede con la serie fotográfica Una igual a dos (2008-2010), donde decide documentar fotográficamente su relación con Melisa, su hermana gemela. A raíz de la muerte de su madre y un distanciamiento con su padre, quien rehízo su vida con otra persona, Melisa y Mónica experimentaron un gran acercamiento, además adoptaron conductas inusuales, como vestirse igual o preparar comidas perfectamente simétricas. Así, Mónica decidió documentar esta relación con su hermana, un proceso que inicia con un acercamiento, pero que termina con una sucesión de momentos dentro de esa relación.
¿Qué pasa cuando dos mujeres adultas tienen una ausencia de los padres, tienen estas dinámicas de vivir juntas y vestirse igual? Empezamos a tener dinámicas de cuando estábamos chiquitas, de vestirnos igual, comer al mismo tiempo en la mesa. A la hora de cocinar, nos repartíamos los brócolis. Cada quien tenía 6 brócolis en su plato. Si ella tomaba coca cola, yo también. Me pregunte porque Melisa y yo estábamos haciendo eso. Era como decir, mi mama todavía estaba presente con nosotras porque ella era quien nos vestía iguales. Llegué a esa conclusión y le pregunte a mi hermana, por qué crees que a los 32 años estamos comprando la misma ropa y nos vestimos iguales, llegó a la misma conclusión. Mi mamá nos vestía iguales. Mi papá ya no estaba con nosotros, él era quien nos tomaba las fotos. A partir de ahí, empecé a tomar las fotos. En el momento me parecieron fotos muy bonitas y muy románticas, pero ahora que las veo me impactan. Meli y yo, ya no, ella tiene el pelo corto, yo largo. Casi no la veo, veo las fotos y adquieren otra lectura, una lectura de algo que sucedió en esa época.
El trabajo de Mónica Arreola, a pesar de estar situado en el campo de las artes, aborda uno de los principales fenómenos de la Tijuana de las últimas tres décadas: el crecimiento urbano, el surgimiento de una nueva ciudad hacia el Este de la ciudad, de la calidad de la vivienda urbana y la desaparición de los paisajes rurales. Lo hace de manera diacrónica, pues se trata del registro de una evolución intensa, pero paulatina, cuyos resultados aún no vislumbramos totalmente. Así, el trabajo de Arreola adquiere el valor de documento, además de ser una exploración seria sobre las dinámicas del crecimiento urbano en Tijuana.
En la parte profesional, Mónica ha conocido a detalle el fenómeno de crecimiento de la ciudad. Ya sea trabajando para empresas constructoras o para instituciones gubernamentales, en los procesos de construcción de fraccionamientos y privadas, desde el momento en que la empresa toma posesión de terrenos baldíos, la planeación de vialidades y pluviales, de donaciones municipales y estatales, usos de suelo hasta la obtención de licencias de construcción y permisos para venta, el escriturado y los aspectos jurídicos.
Así es como ha crecido Tijuana, con fraccionamientos o privadas que pueden ir de conjuntos de 80 hasta cinco mil viviendas. Así se ha transformado la ciudad. Tanto, que zonas rurales han sucumbido ante el avance de la ciudad y que en los últimos cuatro años han surgido tres nuevas delegaciones más una ciudad satélite. En un espacio definido popularmente como la Zona Este, pero que en realidad se extiende desde el noreste hacia el sur de Tijuana.
Desinterés Social
Son varios los trabajos de Mónica. Nos interesa explorar en primer lugar Desinterés Social, una exploración sobre la vivienda de interés social en Tijuana. Mónica parte de una premisa, las medidas mínimas señaladas por la legislación estatal en sus piezas habitables, la sala, el comedor y una recamara: 2.70 por 2.70 mínimo (y máximo). Así ha funcionado por lo menos los últimos años, pues esas son las medidas de las casas en los fraccionamientos surgidos desde finales de los ochenta y principios de los noventa. Estas medidas representan una reducción enorme del espacio personal, medida totalmente impropia, por ejemplo, para el promedio de la familia mexicana de clase media, 4 miembros, y mucho menos para la familia de clase baja, más hijos. Este tipo de vivienda surge cuando el Estado mexicano entrega la vivienda al sector privado, cuando el gobierno deja de construir casas a través del Infonavit. La vivienda construida por el gobierno mexicano entre los años setenta y ochenta era sustancialmente mayor. Por lo menos dos habitaciones, un cuarto o patio de lavado, y mayores proporciones en las piezas habitables.
Hace como cinco años no todos estábamos relacionados con esa vivienda. Creo que ahora todos hemos entrado a una de esas viviendas. Si le preguntas a alguien sobre la vivienda de interés social te va a responder que ya estuvo o vivió, que rentó. Cuando yo empecé a trabajar las piezas la gente no lo tenía tan presente. Mi interés era que sintieran el espacio. Así lo hice en Vestíbulo: Ven aquí, párate y ve lo que es un vestíbulo de una vivienda de interés social. Que supieran cuanto se estaba construyendo, al año se estaban construyendo diez mil viviendas de interés social. Me acuerdo que la gente se sorprendía del tamaño. Pero ahora que ya lo conocen, me pregunto, si yo voy a seguir con el tema, qué es lo que debo mostrar, que la gente no conozca. Ya todo los conocemos, los hemos visto y hemos estado ahí.
El resultado de esta construcción son lecturas diferenciadas. Sin embargo, más que las posibles lecturas, son las herramientas a las que se recurre como creador: la experiencia, la formación profesional y los intereses personales. El lenguaje arquitectónico se hace presente en Desinterés Social, partiendo del plano arquitectónico,
Aprendí a expresarme en el arte, entonces tomo esa herramienta para poder decir lo que está sucediendo, que me llama la atención. Cuando me invitaron a participar en Estandarte, cuando agarré la hoja y el lápiz, y tracé la medida a escala del estandarte, lo primero que me vino a la mente fue un terreno, porque esta idea de la arquitectura no me deja ver otra cosa más que tierra, metros. A partir de ahí, decidí diseñar un estandarte a partir de la temática. Se relaciona también con las herramientas porque lo dibuje en AutoCAD, después lo pase a Corel y luego a impresión. Siempre trato de tomar esas herramientas que están conmigo, que tienen que ver con la arquitectura.
Si bien Desinterés Social es un proyecto concluido, hay una continuidad entre esta experiencia y los siguientes proyectos de Mónica, relacionados con el impacto del crecimiento urbano en el paisaje. En este proceso, Mónica registra los diferentes espacios de la ciudad, hacia los cuatro puntos cardinales, en todas las delegaciones de la ciudad. Retrata las diferencias entre cada espacio, y los nuevos espacios, el avance de la ciudad a través de los fraccionamientos. El crecimiento de los últimos años produce tensiones entre la disposición de territorio, la oferta y la demanda. Los límites urbanos actuales se encuentran en el Corredor 2000, Laderas de Otay, El Florido y la ciudad satélite Valle de las Palmas. Este crecimiento es empujado por empresas como Geo, Homex, Urbi, Arnaiz.
En este crecimiento urbano, en el costo social y económico que representa, en sus serias deficiencias, Mónica identifica varias problemáticas. La principal de todas es el alto costo de la vivienda, derivada asimismo del costo que las constructoras, y las familias, deben cubrir para urbanizar y edificar en predios literalmente baldíos, que requieren tanto de la introducción de servicios (luz y agua) y vialidades. A esto, le suma la capacidad económica de las familias económicas que no pueden acceder a una vivienda de mejores condiciones, tanto por la calidad de su propio ingreso como por los altos créditos que deben pagar, sumado al descuido del propio Infonavit respecto de las condiciones y mantenimiento de los nuevos espacios, del desinterés de los vecinos por aspectos organizativos, de limpieza como de mantenimiento y orden en los espacios.
La problemática de la vivienda no es únicamente de diseño. Es un problema económico de la sociedad mexicana, que no tiene trabajo, que gana muy poco y que tiene familias numerosas. A lo mejor en una vivienda de interés social puede vivir una persona con un hijo. Y pueden vivir bien, pero la familia no es así. Es de cuatro hijos, no tienen un nivel educativo alto. Eso, a la larga, genera una problemática porque la gente no tiene una cultura de convivencia en privada. El diseño tiene muchas deficiencias. Si todos utilizan concreto, que es moldeable, por qué no le cambian la forma, la gente está harta de ese diseño de casita de dos aguas y tres tejitas. Se podrían crear otras formas, incluso en el diseño de las privadas, aun cumpliendo con las dimensiones.
En este trabajo, se encuentra también la fotografía de paisaje en la que retrata el encuentro entre la ciudad y el campo. Fue también la dinámica laboral la que la llevó a este descubrimiento, que bien podría ser sorpresivo para muchos residentes de Tijuana. Estos espacios rurales se encuentran sobre todo hacia el suroeste de la ciudad, con estampas tan singulares como un vaquero, con caballo y sombrero, pasando frente a una tienda Oxxo.
Luego de trabajar para una empresa constructora cuyas oficinas se ubicaban en el bulevar Agua Caliente y decidió moverlas al fraccionamiento, fuera de la ciudad. El escenario cambio del “ruidajo, los taxis, la policía, los balazos y el desmadre” a escenas de “caballos, vacas, chivos y borregos”. Ubicado cerca del matadero de Cuesta Blanca, los fraccionamientos Cuesta Blanca, San Pedro Residencial y Bonanza avanzan sobre un impensable paisaje tijuanense con toda clase de ganado, incluyendo pavorreales.
Otro de los proyectos de Mónica, este en conjunto con su hermana Melisa, fue Nueve Secciones (2009) una serie de pañoletas, elaboradas en 2009, con la figura de las nueve delegaciones de Tijuana. Se trataba de una participación, en el festival Entijuanarte, donde se muestra el trabajo de artistas locales. Con la idea de ofrecer algo que no fuera una fotografía, y que estuviera relacionado con la ciudad. Nuevamente el urbanismo, parte de la formación y la vida profesional de Mónica, se hace presente. También adquiere la dimensión del documento al encuadrar una ciudad que ya no es, pues tres nuevas delegaciones han surgido en el proceso (Cueros de Venado, más la división de La Presa y Otay).
Nos hicimos varios objetivos. Que marque una época de la ciudad, que en diez años, cuando la gente la vea sepa que Tijuana tenía tantas delegaciones y después otras. Después se vuelve un documento histórico. A partir de las formas de las delegaciones hicimos el diseño de las pañoletas.
Nueve Secciones, además de una función estética, posee una cualidad simbólica al “desenlazar un sinfín de ideas y cuestionamientos entre la ciudad y el accesorio”. El objeto en cuestión representa a la ciudad y ofrece al individuo la posibilidad de ubicar los espacios cotidianos, los espacios afectivos, los conocidos y los desconocidos, sus contornos y sus divisiones, sus límites y sobre todo, su forma. Nueve Secciones muestra la necesidad de ubicar el territorio Tijuana mas allá de un imaginario concreto, la obra presenta la posibilidad de imaginar y significar la ciudad de diferentes formas, tal como lo ven las autoras, los habitantes de esta ciudad se refieren a ella a través de su propio contexto, en el que intervienen las personas con que habitan, el espacio físico, los recuerdos e incluso la palabra misma “Tijuana” como referencia a su propio imaginario, tendremos entonces que las hermanas Arreola nos muestran en su obra un micro de lo que es el macro del imaginario del tijuanense. Este proyecto encuentra su continuidad en un rompecabezas para niños, con las 13 delegaciones actuales, además de un tapete con la figura de La Presa Abelardo L. Rodríguez, así como muebles y otros accesorios. Estos objetos tienen un valor referencial, por la relación que el usuario establece con el objeto.
Conclusiones parciales
El documento que aquí presentamos es un avance parcial de un proyecto más amplio, donde pretendemos analizar ese corpus de representaciones estéticas al que nos referimos inicialmente, donde se elaboran reflexiones sobre las problemáticas de la Tijuana de principios del siglo XXI. Reiteramos la relevancia que tiene la subjetividad del autor en la construcción del discurso. Pero también, la pertinencia eficacia que tienen estas representaciones para situarnos frente a nuestra realidad social y ayudarnos a plantear preguntas sobre ella.
Tijuana como ciudad, como territorio y como comunidad enfrenta importantes retos en todos los órdenes: de ordenamiento espacial y de construcción de la ciudadanía. Se trata de un territorio fracturado por su topografía, fracturado por el intenso crecimiento urbano de los últimos 30 años, fracturado por la violencia que se ha hecho presente en los últimos años.
El trabajo de Ingrid Hernández y Mónica Arreola, aquí revisados, nos plantan de cara a estas fracturas. El migrante que llega a la ciudad y, por distintos motivos, no puede acceder a la vivienda formal, pero que de igual forma tiene que sobrevivir y resolver sus necesidades especiales, aún en evidentes condiciones de precariedad y vulnerabilidad. Estos asentamientos, están presentes en Tijuana desde los años 50, cuando la mítica Cartolandia surgió al pie del Puente México, y luego a lo largo del lecho del río Tijuana, con asentamientos que fueron desalojados pacífica o violentamente a medida que la ciudad reclamaba esos espacios para proyectos urbanos, desarrollos e inversiones. Precisamente, el asentamiento Nueva Esperanza se ubica en un intersticio entre los intersticios de la Tijuana de los setenta, la que surge con la urbanización del río Tijuana, y la Zona Este, la Tijuana que surge a mediados de los años noventa, la de la industria y los fraccionamientos de interés social. Estás imágenes, son también imágenes del anonimato, de los millones de trayectorias y destinos en un espacio común.
Son tres preguntas las que podemos plantear a esta realidad social: ¿Cuándo y de qué manera la nueva ciudad se consolidará? No hay duda de que eso sucederá, pues etapas previas del crecimiento urbano, también marcados por la precariedad y la vulnerabilidad, lo hicieron. ¿Quiénes quedaran dentro del espacio consolidado, alcanzando su condición de ciudadanos, y quiénes tendrán que moverse, nuevamente, a las orillas y los intersticios? ¿Qué cambios tendrán que hacerse, que correcciones harán falta en la ciudad construida en las últimas tres o cuatro décadas, y que se sigue construyendo del mismo modo, para darle una viabilidad a la ciudad entera, para que el tejido urbano y social logre una cohesión aceptable?
Bibliografía
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Ponencia presentada en el TercerCongreso Internacional de ComPonencia presentada en el TercerCongreso Internacional de Comunicación FACETAS 2011 Comunicación para el Desarrollo, Ensenada, Baja California, 6 de junio de 2011
[1] Me permito hacer un agradecimiento a Ingrid Hernández y a Mónica Arreola por su disposición para la realización de las entrevistas utilizadas en esta ponencia, también por su participación en el ciclo Narrativas Urbanas, organizado por el taller de crónica urbana de la Facultad de Humanidades de la UABC, entre agosto y noviembre de 2010, con el apoyo de Mtro. José Ángel Ramos, coordinador de la licenciatura en Comunicación, a quien extiendo este agradecimiento por su disposición y solidaridad.