Sobre la negativa a aprobar el matrimonio igualitario del Congreso de Baja California

Hubo en la ciudad de Tijuana un activista cultural muy importante para la comunidad. Hizo mucho por muchos. Fue uno de los primeros activistas LGBTIQ+ no solo en la región sino en el país, abrió espacios culturales y publicaciones para la diversidad sexual, defendía a las personas de la comunidad de los atropellos de la autoridad. Pero no solo trabajó en beneficio de esa causa sino que luchó por la recuperación económica del centro a través de la cultura. Mucho tuvo que ver con el nacimiento de los pasajes culturales en uno de los momentos más difíciles para la ciudad. Promovió festivales que eran incluyentes, porque eran para todos.
Cuando murió se le hizo un homenaje en el Centro Cultural Tijuana por la importancia de su labor y por el agradecimiento, respeto y cariño que mucha gente le tenía. Pero su cuerpo estuvo retenido por varios días en el servicio médico forense. ¿Por qué? porque las autoridades responsables exigían que un familiar directo (esposa o hijos) reclamara el cuerpo. Nadie más. Se le negó ese derecho por varios días, a él y a su pareja, causando seguramente mucho dolor y frustración. La autoridad cedió solo cuando se amenazó con realizar manifestaciones públicas.
Qué ironía que al mismo tiempo que se le rendía un sentido homenaje en una institución cultural se le castigara reteniendo su cuerpo solo por su orientación sexual. Qué injusto que una persona que hizo tanto por la ciudad y que mereciera tanto reconocimiento tuviera que atravesar esta situación.
Por esto votaron los diputados del Congreso de Baja California el día de hoy. Los que votaron en contra y los que se abstuvieron. Votaron por el odio y por la crueldad. Sostuvieron un aparato legal que se ensaña con las personas a partir de sus orientaciones, identidades o expresiones.
Porque estas situaciones se viven diariamente en diferentes grados. Hay un escrutinio constante y permanente sobre las personas LGBTIQ+. Vigilancia que no se ejerce sobre las personas heterosexuales. Sobre su cuerpo, su moralidad, su capacidad intelectual. Se les negocia o regatea su derecho a cualquier cosa. Y todos somos responsables.
Mi generación ha transitado de una cultura 100% homofóbica a reeducarse en el respeto a la diversidad. En la universidad hemos pasado de situaciones en las que los guardias separaban y reprendían a las muchachas que iban de la mano por el campus o molestaban a chicos que usaban faldas a una política de respeto a la diversidad.
Pero falta tanto. Hace unos días un chico fue asesinado en la calle por el solo hecho de ser gay. Hay personas a las que se ha negado la entrada a un negocio solo por parecer gay. Hay personas a las que se les ha marginado de oportunidades laborales o de crecimiento por ser homosexuales. Hay hij@s que han dado la vida atendiendo a sus padres y estos, en lugar de ser agradecidos, solo le dicen que arderán en el infierno.
Hoy, muchas personas nos iremos a dormir indignados y enojados por lo sucedido en el congreso pero con nuestros derechos intactos y garantizados. Sin preocuparnos de ser víctimas de un crimen de odio, de discriminación u hostigamiento laboral. Sin tener que darle ninguna explicación al mundo acerca de nuestra orientación. No tenemos que hacer obras de teatro ni películas ni proyectos fotográficos ni marchas para buscar empatía ni convencer al mundo de que somos personas valiosas. Es más, ni siquiera tenemos que ser personas valiosas o extraordinarias. Somos y ya.
Por eso votaron los diputados, pero también de eso somos cómplices con nuestro silencio. A eso condenamos a nuestras amistades, a nuestr@s familiares, a nuestr@s colegas. A trabajar el doble para recibir la mitad de los derechos que el resto de la sociedad tiene. A vivir todos los días bajo una constante amenaza por ser quienes son.