Hace meses, al llegar a casa Mariana me recibió con una noticia: "Se murió Benedetti". Se me salieron dos lagrimas mientras pensaba en un cuento suyo, Los viudos de Margaret Sullavan, en que dos fanáticos compartían, frente a la taquilla de un cine, la pena por la muerte de su adorada estrella de cine. La cara que debí haber puesto porque Mariana se moría de la risa, a carcajadas, era broma. Me sentí ridículo y ofendido, una escena de lo más cursi, yo llorando por mi escritor de adolescencia. Además, le dije, cuando pasara de verdad no podría llorar.
Ese libro, Con o sin nostalgia, me lo regaló una prima, junto con Cien años de soledad y un diccionario. Cuando cumplí 18, Coral me regaló Geografías y una carta muy bonita. Años después, Miltón, un amigo de la universidad, me traería de Cuba un libro firmado por Benedetti. Se enteró de una presentación del escritor, compró una antología de poemas y se formó en la línea para que me pusiera una dedicatoria. "Para Christian", dice.
Me acabo de enterar.
Mario Benedetti es, para mi, un escritor entrañable, querido. Muchos dicen de él, como de Sabines, que es un escritor facilón y complaciente. No lo sé, cuando escriba un cuento o un poema de los que él logró escribir, diré. Siempre lo más sencillo resulta de lo más complicado para crear.
Benedetti también me llegó a desilusionar. A la distancia, se le ven las dolencias. En un artículo publicado en la revista de la Casa de las Américas justificaba la censura aplicada por Fidel Castro porque, según él, contenía la enjundia del imperialismo yanqui. Lo malo de Benedetti es que las izquierdas -proletarias, pequeñoburguesas, radicales y ricachonas- lo choteamos hasta el cansancio. Muchas veces sin criticarlo, sin cuestionarlo. Al final, Benedetti corresponde a un momento histórico que ya no debería ser, pero que lamentablemente se repite, una y otra vez, y cada vez peor. Así, sus palabras son vigentes, reivindicatorias de anhelos y utopías que, generación tras generación, no acaban de cumplirse.
Y el amor, que siempre será eso: palabras y emociones.
Pero eso ya no importa, Benedetti se fue. Ha sido un gusto leerlo. Sus letras me han acompañado y me significaron la puerta de entrada a otras literaturas, mejores y peores.
Gracias, Mario, por el fuego.