Dos estampas indignas


I

Entra, sale y ahí queda...
Manuel Estrada, desconsolado, ve al horizonte para tratar de hallar una respuesta al por qué su padre llegó grave a la Clínica 20 del IMSS, lo estabilizaron y lo dieron de alta, pero falleció instantes después; el IMSS se deslindó de responsabilidad.
(Primera plana del periódico Frontera, 23 de agosto de 2009)

Un anciano muere a la puerta del Seguro porque se le negó el servicio médico es la estampa perfecta de los tiempos que estamos viviendo. Se puede culpar a la crisis, a los recortes, a la falta de recursos, la disponibilidad de camas o la vigencia de derechos. No seamos estúpidos: Profesionales capaces de salvar vidas dejaron morir a un viejo sin mayor problema. Los funcionarios del Seguro Social tendrán excelentes argumentos legales para justificar su incompetencia. Le echarán la culpa al hijo, por pobre, por ignorante, por descuidado... lo que sea con tal de no asumir la responsabilidad propia.

Bueno fuera que la vergüenza no dejara dormir a los que dijeron que no, a los que cerraron la puerta y a los que tuvieron la autoridad para proceder de otro modo y no la usaron. Pero ni eso, vergüenza, tienen.

II

Se anda haciendo un escándalo por un incidente que hubo en Sonora. Arman alboroto porque sus hijos se vieron afectados en un incendio. Están de jodones, manifestándose con marchas o plantones, mandando correos electrónicos, alimentando un blog y contaminado el faisbuk con mensajes políticos.

No se entiende la razón de tanta necedad. Ya personajes de la cúpula política y religiosa han exculpado a los dueños del local que se quemó. Ya se investigó bien de quienes son los changarritos. Son gentes conocidas, empresarios, prósperos, con buenas relaciones, Imaginen, incluso parientes de la esposa del presidente, de legisladores, puro power. Todavía que se les quemó el negocio los quieren meter al tambo. Los de derechos humanos también trataron de calmarlos y nada, siguen los rijosos. Los descarados fueron hasta la Suprema Corte con sus escuincles. Clarito lo dijo un ministro: su caso no es importante.

Pinches necios, ya deberían callarse y estarse tranquilos. Dejar las cosas en el olvido y mirar para adelante. Las inversiones se escapan, la imagen de México en el mundo cae por los suelos... Si tan solo hubiese algún modo de dejarlos conformes, de comprarlos, de amedrentarlos. Pero, después de haberlo perdido todo, los hijos ¿Como poder comprarlos?, ¿cómo meterles miedo? Con un hijo que murió en las llamas, seguro que nada importa, sólo la justicia.