“Yo no me voy a morir porque soy una chamana y nosotros no nos morimos, nosotros trascendemos”
Durante una semana Chavela
se apagó en un lento fade out. Las últimas noticias decían que la cantante
pidió que la llevaran a su casa para despedirse en paz. La muerte parece
haberla sorprendido en ese trance. A mitad del desayuno dominical me entero,
Chavela murió.
Mientras escojo las
palabras para narrar su muerte le doy una vuelta a sus canciones en mi
computadora. En el timeline aparecen algunos mensajes de despedida. En ellos
hay alusiones a dos cosas: a la música popular mexicana y a la parranda. La
Macorina, la guitarra, el huipil, la ronca voz, el cigarro y el tequila, las
borracheras con Frida y Diego, con José Alfredo.
La imagen que viene a
la cabeza es la de una mujer con un cigarro en la mano y haciendo alarde del
alcohol. La segunda imagen que viene a mi cabeza es cantando en grupo alguna de
sus canciones en el Turístico. Seguramente sucedió en más de una ocasión.
Asociamos
la figura de Chavela a la borrachera pendenciera y la señora ni tomaba ni
fumaba. Lo dejó desde hace 25 años, cuando se rehabilitó
de su alcoholismo. Igual que Pedro
Infante, poco se parecía a los personajes que hacía. En realidad, a nuestra generación le tocó conocer a una esforzada mujer
que trabajó hasta el último aliento por preservar su mito.
El
realismo mágico, la cultura popular son, al mismo tiempo, belleza y cliché. Es
inevitable. Esos son los pasos de donde venimos y que se van desvaneciendo. Los
choteados alcatraces de Diego, que venden en cualquier lado, fueron producto de
una epifanía. Así sucede con las grandes cosas.
Una
generación que por décadas dio voz y rostro a nuestra cultura está
despidiéndose, uno por uno. Pienso en Monsiváis, Fuentes y otras ausencias
recientes. Hasta Gabriel García Márquez optó por olvidarnos. Mueren con ellos
formas de hacer y decir. Chavela Vargas es un elemento crucial de
nuestra cultura popular. ¿Qué queda en su lugar? ¿Quiénes son los herederos de
esa estética?
Chavela, símbolo y
cliché: su música nos sirve para cantar borrachos, tristes o contentos, solos o
acompañados, a grito pelado o bajito, frente al monitor. Canciones bellas,
sentimentales, tristes o iracundas. Chavela de la noche, de los sentimientos a
flor de piel, desinhibidos por el alcohol o por la compañía de los amigos.
Chavela es más que una voz ronca y borrachera. Chavela es de los sobrevivientes
de una generación que, ahora sí, está a punto de morir.