Dieta e infección estomacal

Vaya, que te pones mal un día y tienes que ir al doctor. No sabes donde te comiste lo que te hizo daño. ¿La carne, el queso, los ingredientes de la pizza? Y viene la literal diarrea que te tira en la cama y te tiene corriendo al baño veinte veces durante el día. ¿Qué fue eso? El doctor hace el diagnóstico y suelta la andanada de preguntas. ¿Estoy comiendo sano? Sí. ¿Mantengo cierta vigilancia sobre lo que entra en mi boca? Sí. ¿Grasas? Pocas. ¿Pan? La verdad, la verdad. ¿Carne? Poca. ¿Cena? Procuro evitarlas. ¿Alcohol, cigarro, drogas? Nunca ha sido un problema, no es un hábito, en serio. ¿Frutas y verduras? Dos tres. ¿Cafeína? Alternada con tes. ¿Cuánto tiempo tardarán las células del cuerpo en renovarse y presentar una nueva configuración? Ni idea. ¿Ejercicio? Dos tres. ¿Qué más? Ajos y cebollas. No saben tan mal, aunque de repente el olor le cambia a uno. Comer sano y alejarse de las malas vibras. Cambiar la dieta universitaria por comida hecha en casa. Adiós burritos y tortas Tonka. Desayunos sin carne, poca grasa y poca cena. No caigo en la nerdez, hago trampa aquí y allá, todavía estoy lejos de lo equilibrado. 
En fin, dice el doctor, algo se comió usted, una verdura mal lavada, la malpasada del fin de semana, difícil de saber. Como sea, las diarreas se contienen solas. De todos modos le doy estás medicinas para ayudarle a su cuerpo a contenerlas y que no se sienta usted tan mal. Es la mitad del tratamiento, usted compre lo que resta. 
Después de dos meses de dieta y dos días de infección estomacal estoy como Emily Blunt, a dos diarreas de mi peso ideal.