2018

Si no hubiera sucedido el fraude del 88, hoy México sería una gran nación. Si no hubiese sucedido el fraude del 2006, hoy México sería un mejor país. No tendríamos los muertos, ni los desaparecidos, ni la violencia, ni la pobreza. No tendríamos a más del 10% de nuestros connacionales viviendo en los Estados Unidos, obligados por las circunstancias de nuestro país. Habríamos alcanzado otros estándares de desarrollo. Seríamos un mejor país, no porque la izquierda sea mejor que los demás. Lo seríamos porque la competencia democrática real hace mejores a las sociedades, porque nos habríamos visto obligados a entendernos y llegar a verdaderos acuerdos para poder seguir adelante. Pero lo que ha pasado en nuestro país desde siempre, que se agravó en el 88 y empeoró a partir del 2006, es que una facción se cree dueña y señora de la verdad, impone decisiones erradas, silenciando e ignorando otros puntos de vista. Esto nos ha perjudicado como sociedad, nos ha hecho retroceder en el tiempo. 
La clase política que nos gobierna hoy está totalmente deteriorada. No nos gobiernan ya los tecnócratas de los 80 y 90, bien estudiados y formados en el extranjero, no nos gobiernan los impulsores de la democracia de los 80 y los 90. Es una élite gastada, que ha pasado por un largo proceso de entropía. Incluso entre los que participan en este proceso electoral hay sobrevivientes de esas épocas, ya gastados y cansados. El propio AMLO es un sobreviviente del 88, pero también Marco Rascón en la ciudad de México y parte del equipo de campaña de Anaya. El equipo priista, incluyendo su candidato, está integrado por los hijos de los tecnócratas madridistas y salinistas o los miembros más jóvenes de aquel equipo. 
Tengo muy presentes acontecimientos como las interpelaciones en el informe presidencial de Miguel de la Madrid, el levantamiento zapatista, el triunfo de la izquierda en la Ciudad de México y las palabras que Muñoz Ledo tomó del juramento de los Reyes de Aragón, "nosotros, que cada uno somos tanto como vos y todos juntos valemos más que vos", en la contestación del informe de Ernesto Zedillo, la primera vez que el PRI no tenía mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Es innegable que Fernández de Ceballos, Vicente Fox, Felipe Calderón, Javier Corral o Santiago Creel trabajaron en pro de la democratización de nuestro país, pero luego se cansaron o les dio miedo perder el poder que tanto tiempo tardaron en conquistar, y con esas decisiones México retrocedió.
De la elección del año 2000 recuerdo mucho el furor por Fox. Unos no lo querían, otros hablaban del voto útil para sacar al PRI. En alguna clase de la universidad escogí un discurso de Cárdenas para estudiarlo. Tengo muy presente uno de sus carteles, dos jóvenes besándose con la leyenda "Queremos Soñar". Pero no voté, el día de la elección yo crucé a trabajar al swapt meet. Regresé a Tijuana en la tarde, pensaba que todavía podría alcanzar a llegar a la casilla, por la ventana de alguna casa alcance a escuchar a un periodista, creo que era López Dóriga, anunciar que las tendencias favorecían a Vicente Fox. Me pareció bien. A medida que se acercaba el proceso electoral del 2006 el ambiente se enturbió con el desafuero a López Obrador, luego vino la guerra sucia, Atenco y el fraude. Después de eso, 12 años muy difíciles que en mi opinión no tendrían que haber sucedido. Veo como nuestro entorno se ha deteriorado paulatinamente. Más allá de las decisiones en las políticas públicas, que podríamos discutir que tan acertadas o equivocadas son, están la violencia y el deterioro del tejido social: los muertos y desaparecidos, los activistas sociales y periodistas asesinados, el narcotráfico, la corrupción. 
En 2006 y 2012 voté por AMLO. En esas dos ocasiones pensaba que él era la mejor opción.
En 2006 y 2012 participé como representante en las casillas electorales, conté votos y en las manifestaciones en contra de los resultados electores. El fraude del 2006 no lo vi en la tele ni en las teorías conspirativas, lo atestigüé en los conteos distritales. He vuelto a salir a las calles a las marchas convocadas por el movimiento Yo soy 132 y luego contra el gasolinazo.
Pero también he votado por el PAN, por México Posible, por Convergencia y por un candidato independiente (Gastón Luken). Me habría gustado poder votar por Ruffo Appel, pero era muy pequeño y ni siquiera vivía en Tijuana. Justamente uno de los principales atractivos de Baja California era el ser uno de los lugares donde nació la democracia en México. Hubiera querido votar por el Cárdenas del 88, por Clouthier, por Rosario Ibarra. Por los tres al mismo tiempo. 
Este año, volveré a votar por AMLO, esperando primero que se respete el resultado electoral. Pero también, esperando que la clase política que nos gobierna, esa que está hasta allá arriba, entienda que las cosas no pueden seguir igual. Que las políticas públicas tienen que dar un giro y, sobre todo, que tienen que llegar a acuerdos. Que no se puede gobernar pensando que se tiene la razón absoluta. 
Creo que esta elección cierra dos ciclos. Uno de 30 años, a veces buenos, a veces malos. Otro de doce, bastante malos. En todo este contexto, considero que he sido una persona muy privilegiada. Con una educación envidiable, muchas oportunidades y un buen trabajo. Aún así, creo que en estos treinta años nos han robado algo, nos quedan a deber. Espero que al despertar el 2 de julio el dinosaurio por fin se haya ido. También espero que el próximo presidente, sea quien sea, tome por fin en serio a la sociedad que gobierna. Pero también, que esta sociedad alcance la madurez necesaria para exigir a nuestros gobernantes y ser críticos en todo momento. Ya lo merecemos. Lo merece mi generación, que entra en la chavorruquez y lo merecen nuestros hijos, vivir tiempos mejores que los nuestros.