Caravana migrante

Armenios, rusos, españoles, judíos, chinos, coreanos, japoneses, argentinos, colombianos, cubanos. Distintos grupos migrantes han llegado a la ciudad a lo largo de su historia siguiendo los flujos globales de la economía y la migración, huyendo de guerras y de conflictos sociales y políticos. Migrantes del interior del país han hecho lo mismo, escapando de la Revolución Mexicana, braceros en ruta a los Estados Unidos o de vuelta a su tierra, afectados por el terremoto del 85, campesinos indígenas de Oaxaca en la ruta de la agroindustria de California y Baja California, desplazados por la violencia del narcotráfico y la paulatina pauperización provocada por las políticas neoliberales de las últimas tres décadas.
En muchos casos, las expresiones de discriminación, racismo y xenofobia se han hecho presentes de una u otra manera, ya sea contra los chinos, ya sea con el “haz patria mata un chilango” promovido por uno de los principales periodistas de la ciudad, o con la constante atribución de nuestros males a los que vienen de Sinaloa. Con la diatriba de “los buenos tijuanenses” o “los que sí quieren a Tijuana”, sin que eso necesariamente tenga un trasfondo de trabajo, de organización, liderazgo o acciones en pro de la ciudad, sino muchas veces de un beneficio personal a costa del despojo, la explotación o la corrupción.
El fenómeno hondureño es el tercer desplazamiento de nuestra historia reciente. Se suma a los deportados que habitaron la canalización del río Tijuana y a los haitianos. La noticia es que eso no se detendrá, las condiciones ambientales, políticas y económicas globales han de generar nuevos desplazamientos en el futuro cercano que no tienen a nuestra ciudad como objetivo final pero sí como parte de la ruta a seguir. Es probable que solo algunos se queden en la ciudad de manera permanente, pero es innegable que el flujo topará en la ciudad con el muro y con las políticas migratorias de los Estados Unidos confinándolo por tiempo indefinido antes de que tome otras rutas o vuelva a sus lugares de origen.
Tijuana es una ciudad resiliente, que se adapta y asimila las distintas sacudidas que su condición geopolítica le propicia, la migración es solo una de ellas, aunque quizá la principal causa y consecuencia. Frente a las distintas exigencias que esto genera, se cuenta con un número importante de instituciones, organizaciones, redes de la sociedad civil, artistas, colectivos y líderes que tratan de aportar soluciones. Todos lo hacen desde perspectivas distintas pero vinculadas en alguna medida, con su propio sesgo ideológico en algunos casos, y con mayor o menor mérito: las gubernamentales, las instituciones académicas, organizaciones políticas, empresariales, asociaciones civiles, las iglesias de diferentes cultos, grupos altermundistas y otros vinculados a la defensa de comunidades vulneradas como los indígenas o los grupos LGBTI. Aun así, un sector de la ciudad, que no podemos agrupar necesariamente a una clase social específica sino a una autorrepresentación, se muestra indiferente, intolerante o impaciente ante estas realidades, volteando en una dirección distinta, asumiendo que no es su problema o responsabilidad involucrarse en estas tareas, definiendo la vulnerabilidad o la pobreza en términos morales o como una falla de carácter.
Otras posturas van más lejos, atribuyendo per se las problemáticas de la ciudad a los migrantes o a sus sectores populares. Parte de esa ciudad se regodea en una Tijuana nice, cool, supuestamente moderna y lo suficientemente cómoda para esconder las problemáticas debajo de la alfombra y seguir viendo en otra dirección, ignorando que una parte de la ciudad encuentra su sustento en la otra, permanentemente. Ignorando también que los problemas se deben atender y tratar de resolver lo antes posible. Esa lección no la aprendimos con la violencia provocada por el narcotráfico hasta que nos explotó en la cara, mirábamos para otro lado y la violencia fue en crescendo hasta que nos hicimos los soprendidos. La respuesta de muchos fue la misma, la de los buenos contra los malos, la de que si algo le pasó es porque andaba en malos pasos, sin entender que la violencia es estructural y se debe atender en todos los niveles. Deberíamos revisar ese capítulo, herida que sigue sangrando aunque la hallan acallado, y reconocer que mirar en otra dirección no sirvió de nada.
La caravana migrante se suma a los muchos retos de la ciudad: los ambientales, los de ordenamiento urbano, los sociales. Los niveles de gobierno no están a la altura de la situación y del grado de complejidad que alcanzan. Pero la ciudadanía tampoco. Ha sido doloroso encontrarse estas expresiones discriminatorias, racistas y xenofóbicas barnizadas de condescendientes lecciones morales acerca del esfuerzo y el trabajo, o de patriotierismo u orgullo provinciano. Unas utilizando incluso la efigie de Adolfo Hitler en memes que preguntan qué hacer con la migración. Además de lo despreciables y preocupantes que esas expresiones de odio son, me pregunto si quienes las publican están a la altura de sus propias exigencias étnicas, morales y económicas.